JOSÉ CORRALES AGUILAR, REALISMO MÁGICO SEVILLANO

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JOSÉ CORRALES AGUILAR, REALISMO MÁGICO SEVILLANO

#Entrevistas 01/07/2019

Nació el 8 de febrero de 1934 en Tocina. Con apenas 2 años cumplidos quedó huérfano, pues su padre, guardia civil natural de Madrigalejo (Cáceres), fue víctima del asedio al cuartel de Tocina (1936). Marcha a Sevilla, a Madrid y a Suiza donde ejercerá sobre todo de ajustador. Ya con 40 años vuelve a Sevilla donde vivirá, pintando, su década dorada (1975-1985), convirtiéndose en el máximo exponente del realismo sevillano de la época. Tras ser profesor en la Escuela de Arte, actualmente vive en una residencia de Dos Hermanas.


¿Tienes algún recuerdo de tu pueblo?

De Tocina no, era muy pequeño cuando me fui. De Los Rosales recuerdo a mis tíos y tías: Estrella, Dalia, Pepín y Sebastiano “Tanito”. Creo que alguno llevaba una barbería.

¿A qué te dedicaste profesionalmente?

Fui ajustador matricero y dibujante publicitario. Desde los 10 a 12 años empecé con el preaprendizaje y después el aprendizaje en la Hispano-Aviación, fábrica de aviones de combate. Me gustaba aquello, y también el dibujo. En el colegio sacaba buenas notas, tanto en el artístico como en el técnico, aunque en el técnico fallaba algo en las matemáticas, pero me defendía bien.

¿Es verdad que estando en el colegio pintaste con un lápiz en el suelo una cadena y el profesor se agachó a recogerla?

Sí, me tenía un poco de manía.

Y se te daba bien jugar a fútbol, hasta que una lesión en la rodilla te cortó en seco…

Sí, una entrada del portero, en Cádiz. Jugué en el Lora en 3ª división, en el amateur del Sevilla, en los juveniles del Betis. Allí jugué con Ruiz Mesa, tío de la que sería mi mujer. Fui amigo de Luis del Sol, con el que coincidí luego en Madrid.

Sí, porque dejas Sevilla y te vas a trabajar a Madrid, ¿cómo fue aquello?

Supongo que alguien me habló de la empresa y probé, allí hacíamos hélices para aeronaves.

Y luego, al extranjero…

A Suiza, allí se ganaba bastante más dinero con menos esfuerzo. Estuve de ajustador y de dibujante. Marché soltero, me casé por poderes estando allí y volví ya con mi hijo Rubén nacido.

Si se ganaba tan bien allí, ¿por qué decides volver?

A mí me gustaba mucho Sevilla, no tenía mucho interés en quedarme allí, todo no es el dinero.

¿Y cómo es que al volver a Sevilla empiezas a pintar?

Mi cuñado, José Antonio García Ruiz, era académico de la Facultad de Bellas Artes, y yo acudía de libre oyente de la Facultad. Luego entré por él en la escuela de artes aplicadas. Era más joven que yo, pero observó que yo pintaba bien y me animó a que pintase. Empecé a hacer exposiciones y marqué casi una época en Sevilla.

Desde las primeras exposiciones, tus cuadros se venden muy bien, ¿por qué eran tan apreciados?

El hiperrealismo era mi gran virtud. Siempre fui muy minucioso, antes incluso de ser ajustador, y esa capacidad de captar el detalle la llevé a mis obras.

Sin embargo a nivel profesional empiezas muy tarde, tenías ya más de 40 años, es algo bastante excepcional.

Me gustaba dibujar desde pequeño como comento, mi hijo conserva alguna tarjetita cuando firmaba mis trabajos como “Viva Yo”; también hacía grabados de colores en planchas de aluminio… Mi minuciosidad es algo innato, no es una evolución hacia un concepto pictórico.

¿Tienes algún pintor como referente?

No, quizás mi cuñado, al verlo pintor me entusiasmó. Su padre era pintor y en su casa tenía su escuela. ¿Otros autores? El realismo me ha gustado siempre, desde clásicos como Velázquez o Murillo a contemporáneos como Francisco García Gómez, mucha gente.

En cuanto a ese concepto pictórico, el llamado “realismo mágico sevillano” que tú y tu cuñado llevasteis a las más altas cotas, contenía mucha metáfora en el contenido de las obras, ¿no?

Había algunas que sí, otras eran bromas, para los amigos. También había recuerdos de infancia…

¿Y compromiso social?

Sobre todo conmigo mismo.

Has practicado también otras artes, como la escultura.

Hice algo, aunque no era mi fuerte, pero bueno, se me daba bien. (Su hijo Rubén añade que en la escuela de arte, los alumnos de su padre estaban deseosos de que José tocase sus trabajos para llevarse a casa algo que sus manos difícilmente iban a poder repetir)

Y de repente, dejaste de pintar ¿hubo algún motivo?

No, ninguno, simplemente dejé de pintar y ya está. En el libro de Juan Francisco Cárceles sobre mi obra así lo refleja: “con la misma naturalidad que empezó, lo dejó”.